Es la mente la crea el orden que experimenta, el orden como
acontecimiento real no existe
¿Por
qué hay tanto orden en el universo, si de acuerdo con la segunda ley de la termodinámica, la entropía -es decir, el desorden- ha de aumentar
continuamente? El estado más probable del universo es el de una entropía muy
alta: una inmensa sopa de partículas homogéneamente caótica. ¿Por qué, pues,
observamos un nivel de entropía tan relativamente bajo?
El físico austríaco Ludwig Boltzmann introdujo a
finales del siglo XIX, la intere-sante idea de que el universo ordenado que observamos sea una fluctuación aleatoria surgida en un
metauniverso de mayor entropía, de mayor tamaña que el nuestro, pero fuera de nuestra percepción, inobservable.
Por otro lado, en un universo caótico como bien podría o debería ser el nuestro, tales fluctuaciones aleatorias podrían dar lugar a entidades conscientes, dotadas de recuerdos y propiedades subjetivas, cuya noción de orden nada tuviera que ver con el caos entrópico.
A estas entidades se les han llamado “cerebros de Boltzmann”, y aun
cuando su existencia es extremadamente improbable, es menos probable un universo tan ordenado en el que la vida y la consciencia fueran fenómenos normales.
Para quienes integran el factor Dios para dar sustento a los cerebros de Boltzmann, se tendría que erradicar la idea bíblica del Dios-Creador; pero tendría más sentido la idea del Dios inmanente que domina en Asia, es decir, un Dios no personificado, una entidad abstracta que es al mismo tiempo creador y la suma de su creación, es el Hijo y es el Padre al mismo tiempo, una totalidad inabarcable, como inabarcable e ininteligible es el Universo.
Una concepción del mundo en el que el Universo, la Naturaleza y Dios, son equivalentes, donde se estipule la Ley Natural, la existencia y el propio Universo (la suma de todo lo que fue es y será), de manera que sea asumible la idea teísta "Dios está en todo, todo es Dios"
Es solamente para quienes comparten este ambiente conceptual o esa postura filosófica en la que desaparece la paradoja, explicada en lo anterior, y que para complementarla es muy útil imaginarse los cerebros de Boltzmann.
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