A Albert Einstein en su 138 aniversario de su natalicio A Karl Marx, en su 134 aniversario luctuoso
El número Phi, o número áureo, es la constante que relaciona el perímetro de una circunferencia con la amplitud de su diámetro Π = L/D. Pertenece a los llamados números irracionales, tiene infinitas cifras decimales.
En la antigüedad se pensaba que todos los círculos
conservaban una estrecha dependencia entre el contorno y su radio. Sin embargo
no es sino hasta el siglo XVII que la correlación se convirtió en un dígito y
fue identificado con el nombre "Phi".
Se le ha asignado un valor distinto en la Biblia, en Babilonia, en el antiguo Egipto, en China y en Grecia, pero fue Euclides quien precisó un sistema consistente y demostró la convergencia del procedimiento.
Arquímedes tomó los aportes de Euclides y dio un paso
adelante. Establece que el área de un círculo es el la mitad del producto de su
radio por la circunferencia y que la relación del perímetro al diámetro está comprendida
entre 3,14084 y 3,14285.
Fue Leonardo de Pisa, al
que llamaron Fibonacci, un algebraico y aritmético italiano del siglo XII, quien
abrevó de la cultura árabe en Argelia.
El arte es donde la presencia del número Phi es más
sorprendente, cayendo en el orden de lo místico. Fidias, arquitecto del
Partenón de Atenea, utilizó en su construcción conocimientos inherentes al
“número áureo”, tanto para fijar las dimensiones de todo el edificio como para
situar sus detalles escultóricos.
“La Proporción Áurea”. Está presente en Platón, Pericles,
Vitruvio, en el “mandala” de Hunab Ku maya Rafael, Miguel Ángel, Botticelli, Lucca
Pacioli, Leonardo, Johannes Vermeer, Mozart, Corbusier, Velázquez, Debussy,
Dalí, y muchos otros creadores y artistas. Rafael Alberti le hizo un poema.
Se ha encontrado en las formaciones de la naturaleza. La
relación entre las abejas macho y hembra en una colmena, la estructura de la
biznaga, la concordancia entre las nervaturas de las hojas de los árboles, la
disposición de los pétalos de las flores, la ordenación de las pepitas en los
girasoles, la distancia entre las espirales de una piña, la distribución de las
ramas y las hojas en un tallo para recibir así la máxima insolación, la
curvatura interior de los caracoles o de algunos cefalópodos.
En el propio ser humano hay ejemplos de esa enigmática
proporción. La altura de un ser humano y la de su ombligo, entre el
diámetro externo del ojo y la línea inter-pupilar, entre el diámetro de la boca
y el de la nariz, entre la altura de la cadera y la de la rodilla, entre la
distancia del hombro a los delos y del codo a los dedos, entre el diámetro de
la tráquea y el de los bronquios, y muchas otras concordancias más.
El ingeniero norteamericano H. Harleston presentó un modelo
matemático de la antigua ciudad de Teotihuacan en México y en sus
extrapolaciones matemáticas descubrió en la Pirámide de la Luna que esta
proporción Phi se encuentra presente en varias formas.
Como puede verse, el lenguaje de las matemáticas es
universal; por tanto es imperativo que niños y adultos nos reconciliemos con
ellas. En el futuro, la combinación del pensamiento matemático y el cultivo del
espíritu (quizás una cosa implique a la otra) será la manera de lograr la realización
humana.
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