Millones de años de evolución están implicados en la más
elemental actividad motora de una persona, desde el más leve movimiento de un
dedo, hasta la creación de la inteligencia artificial, la exploración espacial
y la investigación de la materia; desde un parpadeo, hasta los más profundos
estados meditativos.
Ese ser que aparenta una gran fragilidad, puede llegar a acciones
extraordinarias, desafiando las leyes de la físicas y la lógica. El sujeto humano es
en sí mismo una singularidad, su capacidad de configurar las complejas y
diversas expresiones culturales, científicas y religiosas, lo ha arrancado
desde hace milenios del mundo natural.
¿Cómo ha llegado la humanidad a ser lo que es? Para bien y
para mal, el factor determinante es la conciencia,
aunque nadie sabe por qué, de las
innumerables criaturas que habitan el planeta Tierra, al parecer sólo el humano
desarrolló, a través de océanos de tiempo, la cualidad de pensar y pensarse. Aquí
ofrecemos una explicación, publicada en los inicios de este blog.
La conciencia de estar y la consciencia de ser
El término es uno de los más difíciles de explicar, incluso
existen dos formas distintas de escribirla: conciencia
y consciencia. El primero significa
conocimiento del entorno, del mundo físico; el segundo implica conocimiento de
sí mismo, la trascendencia de ser.
Quizá los aspectos preocupantes de la actual condición
humana, es decir, la desigualdad, el sometimiento de unos sobre otros y el
suicidio ecológico, se explique a un desequilibrio entre la conciencia de estar y la consciencia de ser.
Un sujeto tiene conciencia
de aquello que captan sus sentidos, a través de los cuales asume el mundo
material, más no la realidad (1). Pero también tiene consciencia de ser, más
allá de su identidad y de su entorno; donde habitan la voluntad o el albedrío, la
imaginación, la espiritualidad, etc.
La primera, es una conciencia
de estar, es campo de los neurólogos, la psicología profunda, la psiquiatría y disciplinas afines que estudian las propiedades
dinámicas, funcionales y estructurales de la conciencia; en tanto la segunda, la consciencia de ser, es objeto de
reflexión de místicos, teólogos y filósofos.
Distintas habilidades espirituales del budismo zen como el ejercicio
del aquí y ahora llevan a cabo la
intersección en el que se practican ambas definiciones de consciencia, pues
supone un estado mental que centra la
atención en el presente; esto implica
abrir y enfocar la atención el mayor tiempo posible en la información que
ingresa a través de los sentidos, evitando voluntariamente cualquier
pensamiento de lo ocurrido (pasado) y de lo que está por ocurrir (futuro).
Integrando la conciencia
del estar y la consciencia del ser
Existe una incógnita sobre si la consciencia de estar lleva inevitablemente a la consciencia de ser, y bajo qué
condiciones ello se consigue. Eso sería objeto de todo un tratado de filosofía e
incluso de las neurociencias.
Lo que sí podemos decir es que ambas entidades habitan la
corporalidad humana. Es de suponer que durante los primeros años de vida se
tiene una primitiva consciencia de sí; el bebé no distingue entre él y su
madre, transcurrido cierto tiempo, alrededor de los dos años, con la aparición
del lenguaje empieza a estructurarse en su mente la construcción del YO, en lo
sucesivo, gradualmente, se define y condiciona por el entorno, por las
interacciones sociales.
Lamentablemente, la cultura no dispone de mecanismos
sistematizados que permita cultivar la consciencia
del ser. Eso queda supeditada al azar y las circunstancias, de este modo el sujeto entra en un desbalance en el que la conciencia de estar predomina.
Algunos piensan que la religión cumple esa función, pero no
es así; el tipo de espiritualidad que se cultiva en los centros o grupos
religiosos se centran en el culto a un Dios externo
que anula y aliena la experiencia de la mismidad
del ser.
Un pensamiento que integra fe y espiritualidad es el
panteísmo, que afirma que Dios es la suma de las partes de
su Creación (el Todo). Dicho de otro modo, Dios no está afuera,
sino que habita dentro del sujeto.
La intersección expresada en la vésica piscis, aclara la idea de la síntesis como unión de contrarios. |
La tendencia a unir los contrarios da como resultado, tal
como lo propone la dialéctica materialista, una síntesis que subsume la
contradicción e integra características o elementos de ambos. La biología es
muy clara en este sentido. Las características de un sujeto están determinadas
por los genes dominantes de sus progenitores.
Corolario
Evidentemente esta es apenas una breve representación, una idea
elemental que se manifiesta de maneras mucho más complejas en la vida
cotidiana. Tan sólo hemos querido destacar el hecho de que el desbalance conciencial, si se permite el vocablo, da
como resultado el desbalance de un mundo en el que, al parecer, la técnica y el
«Yo» predominan sobre espíritu, es decir, donde la 'conciencia' domina a la 'consciencia' se puede encontrar con multitud y variadas definiciones,
baste entenderla aquí en los términos explicados para atisbar una arista de la
condición humana.
Si quieres hacer algún comentario sobre lo aquí expuesto
siéntete en la libertad de expresarlo, si se exponen fundamentos, mejor…
(1) Si por realidad
entendemos aquello que constituye el mundo material, debe decirse que las leyes
que gobiernen la materia a nivel subatómico están por escribirse, pues nada
tienen que ver con las leyes físicas a las que estamos acostumbrados en esta
dimensión tridimensional (conservación, electromagnética, gravedad, etc.)